EMOCIONES Y DISCURSO:
Una mirada a la narrativa científica de la construcción social del amor.
En este artículo planteamos una discusión a partir de las características generales de la psicología social de las emociones y las aportaciones desde diferentes disciplinas de esta área de investigación, para dar sentido a la relación que tienen las emociones con el lenguaje. Así, hemos revisado referencias bibliográficas básicas para el estudio de la construcción de una emoción, las hemos organizado temáticamente y clasificado en 3 grandes categorías: 1) aportaciones y antecedentes desde diferentes perspectivas; 2) enfoque construccionista y de-construccionista de la emoción y 3) enfoque pos construccionista de la emoción. En la primera categoría hemos considerado las principales aportaciones desde las Ciencias Sociales, las cuales se pueden sintetizar en dos áreas: el carácter filosófico en la construcción de una emoción y el pasaje entre la filosofía y la psicología de la emoción. En la segunda categoría hemos trazado una línea que empieza con la relación entre emoción y lenguaje y la construcción social de la emoción, es decir, su perspectiva discursiva. Finalizamos con las teorías pos construccionistas, centrándonos en el concepto de performance de Judith Butler y la tecno ciencia. Para dar mayor sentido a esta línea de estudio nos ha parecido oportuno utilizar como ejemplo una emoción en particular, el amor.
Por lo general, suele considerarse que las emociones corresponden a experiencias corporales naturales que las personas recubren de lenguaje para expresarlas, siendo considerada esa expresión como irracional y subjetiva. Es decir, primero sentimos en el cuerpo lo que más tarde sale por nuestras bocas en forma de un discurso que, en cierto modo, se opone a la razón.
Contemporáneamente, se viene cuestionando su carácter de proceso interno o mental exclusivo, para pasar a concebirlas como construcciones sociales de naturaleza fundamentalmente discursiva. En efecto, la psicología social de la emoción ha demostrado que los procesos, los determinantes y las consecuencias de las emociones se desarrollan en la interacción a través del lenguaje.
Sucesivamente se ha centrado la atención en el binomio emoción-lenguaje. El interés ha sido elaborar argumentos que sirvan para diferenciar entre esos dos ámbitos, es decir, si las emociones se pueden “localizar” en el lenguaje o si a través del lenguaje se accede a las emociones (Harré, Finlay-Jones, 1986; Bax, 1986; Good et al., 1988).
La línea que se sigue de este planteamiento se reconcentra en la psicología discursiva tal como la propone Derek Edwards, cuyo interés es el estudio de las emociones en el discurso (Edwards, Potter, 1992; Edwards 1997, 2000). Cabe decir que Edwards está claramente influenciado por las principales corrientes construccionistas-discursivas de Harré (1984), Wooffitt (1992), Billig (1987), Atkinson y Heritage (1984), Potter y Wetherell (1987).
El amor ha sido a lo largo de la historia de la literatura, una suerte de argumento central alrededor del cual se ha desarrollado toda una serie de mitos y experiencias. Teniendo presente esto, vamos a aproximarnos a cada área de investigación.
Antecedentes
El carácter filosófico
Lyons (1985: 4) afirma que las emociones no son más que modelos funcionales expresados en palabras, y es difícil concebir cómo alguien podría llegar muy lejos sin intentar formularlas. Así que las emociones son sentimientos dirigidos hacia afuera, hacia lo que en cada situación se supone que es la causa de los sentimientos.
El trabajo de Ludwig Wittgenstein (1958) va justo en esta dirección, desarrollando la carga discursiva de las emociones en el lenguaje. Este autor postula que las emociones no son exclusivamente experiencias mentales, sino también procesos identitarios que determinan al individuo.
Según Wittgenstein (1958), no conocemos nuestras propias emociones y nuestros propios sentimientos de manera natural, sino que los conocemos según un recorrido epistémico. Esto hace que produzcamos articulaciones lingüísticas espontáneas de nuestras sensaciones e impresiones del mundo. No las describimos sino que las expresamos. Esto hace que produzcamos articulaciones lingüísticas espontáneas de nuestras sensaciones e impresiones del mundo. No las describimos sino que las expresamos. Por esto parecen más relacionadas con el comportamiento que con la lengua.
Por otra parte un tema de interés común entre la Filosofía del lenguaje y la Psicología Discursiva es la importancia del rol del lenguaje en la construcción de una emoción. Para Foucault (1966), el discurso constituye la junción entre los objetos y la teoría, y es productivo no sólo para las declaraciones, es decir, lo explícito, sino también para el objetivo y la potencia del objeto en cuestión.
El análisis del discurso foucaultiano permite comprender cómo los efectos inmateriales son tomados seriamente en el discurso y, al mismo tiempo, dadas sus condiciones cambiantes, producen efectos contingentes. Esta perspectiva, dado que permite sacar lo inmaterial desde el habla, permite a su vez extraer las emociones usando como plataforma el discurso.
En este apartado hemos podido comprender la importancia que juega el papel de las emociones en el lenguaje según la perspectiva filosófica. En este sentido, antes que la Psicología y de la Sociología, los filósofos ya trataban la emoción como construcción discursiva, llegando a afirmar que la emoción está dentro del lenguaje mismo y que no existe fuera de él.
El pasaje de la Filosofía a la Psicología
Sobre el tema de las emociones existe en la Psicología un gran número de aproximaciones teóricas que mantienen puntos de vista diferentes. Mayor (1988) sostiene que no hay una definición de emoción comúnmente aceptada, y por este motivo la historia de la emoción en la Psicología debe verse en el contexto de los cambios en la Psicología general.
Charles Darwin utilizó por primera vez el término expression emotional, es decir, la emoción es algo que se expresa y se espera; “¿Qué es una emoción?” es también la pregunta que se planteaba en 1884 William James. Considerado uno de los psicólogos y filósofos más importantes de Estados Unidos. James retoma la misma pregunta que años antes realizó Darwin.
Este es el fundamento de la perspectiva psicofisiológica, y fue la psicología conductista elaborada por William James (1890) la que dio inicio a numerosos estudios sobre la emoción. Para comprender la perspectiva de James, aparte de sus trabajos sobre la percepción del miedo, fue el estudio sobre la percepción del amor. Para James el amor es la percepción de un cambio corporal que se produce en un individuo. Es decir, el amor, como cualquier otra emoción, es producto de un cambio corporal.
Por otra parte Stanley Schachter y Jerome Singer (1962) ofrecieron una teoría sobre la naturaleza de las emociones. Ambos sostienen que las emociones son una amalgama de estados psicológicos y sus consecuencias. Schachter y Singer demostraron como con el consumo de algunas vitaminas (o drogas), se podía notar el efecto que producían a nivel emocional en los individuos.
En esta óptica, Mayor (1988) considera las dos facetas de la emoción, la mental y la orgánica, pueden integrarse en las distintas perspectivas. Mandler (1988) argumenta que lo que una Psicología de la emoción debe encarar son las condiciones que hacen surgir los eventos cognitivos y fisiológicos y las reglas combinatorias de ambos, así como ofrecer una perspectiva que integre los aspectos cognitivistas y conductistas como parte de una misma Psicología de la emoción, recogiendo tanto las contribuciones de unos como de otros, ya que ambos se han estudiado por separado especialmente después de las brillantes aportaciones de Ekman (1982).
Hemos podido entender cómo nació el interés en el estudio de la emoción en la
Psicología, sobre todo cómo a través de los años este interés ha pasado por diferentes corrientes, y ha cambiado su manera de entender la emoción como un proceso psicológico. Ha resultado útil alinear esta trayectoria para situar al lector en una posición más cómoda para comprender la trayectoria que dibujan los autores de este texto sobre la importancia que tiene el lenguaje en el estudio de las emociones.
Estudio de la construcción social de la emoción
Después de haber definido lo que entendemos por emociones y lenguaje, ahora nos dedicaremos al núcleo de este artículo: los estudios de la construcción social de la emoción. Nos interesa, particularmente, las perspectivas histórica y discursiva. Los autores que investigan la construcción social de la emoción desde el punto de vista histórico son varios, pero los más destacables son Harré (1984), Stearns y Stearns (1985), Gergen (1990), Clark (1988), Dickinson y O‟Shaughnessy (1997), Kemper (1981) y Wouters (1989). La perspectiva histórica plantea una teoría particular de la construcción social de la emoción, partiendo de los estudios de la evolución de la “acidia”.
La segunda macro-categoría de los estudios sobre la construcción social de la emoción que nos ha parecido importante presentar en esta revisión es la discursiva. Una primera línea se ha centrado en dilucidar la emoción como un recurso discursivo (Lakoff, 1980). En esta dirección se encuentran trabajos innovadores, creativos y de calidad (Russel, 2003; Wierzbicka, 2008; Gibbs, 2006; Greenwood, 1992; Harré y Stearns, 1995; Hollander y Gordon, 2006; Kövecses y Palmer, 1999). Estos autores parten de un punto en común: concebir la emoción como un producto construido por el discurso.
Psicología Discursiva de la emoción
Después de haber presentado de qué manera el socio-construccionismo ayuda a entender cómo construimos las emociones a través el lenguaje, ahora nos centraremos en los aspectos psicológicos. Como dice Larsson (1997), lo que las emociones permiten es compartir. Para la psicología discursiva, el rol de las interacciones verbales es ¿Cómo esta emoción particular ha desaparecido, ha cambiado a través del transcurrir del tiempo?
Lo veremos más detalladamente en la parte final de nuestro artículo. fundamental en la constitución y el surgimiento de lo psíquico, sobre todo en la relación entre seres humanos. Ahora bien, como fruto del interés compartido por la construcción social de las emociones y de la psicología, en las últimas décadas se han realizado aportaciones que se sitúan a sí mismas en un nuevo espacio denominado “psicología discursiva de la emoción” (Edwards, 1997, 2001); espacio que se corresponde con la junción de las diferentes líneas que hemos distinguido ut supra.
En la psicología discursiva de la emoción el tema más importante es el uso que se da a las emociones en el discurso, específicamente las acciones y efectos que produce el discurso emotivo en los marcos relacionales (Buttny, 1993).
La Psicología Discursiva de la emoción se constituye a partir de los estudios de autores como Oatley y Jenkins (1992) y los trabajos que explican la emoción basada en la cognición, Coulter (1990) y su bosquejo de la disposición y sensación emotivas y, finalmente, Garfinkel (1984) con la categorización de las emociones según los criterios de racionalidad.
Para comprender la Psicología Discursiva hay que retomar algunos autores
Socioconstruccionistas, específicamente las aportaciones de Harré (1986). A pesar de lo que defendemos en este artículo, la Psicología Discursiva y el construccionismo social se han diferenciado en el enfoque. Mientras que la Psicología Discursiva se ha centrado más en el papel del habla, el construccionismo social ha puesto su énfasis en las relaciones sociales y en el contexto donde se producen. Hay también quien sostiene (Cortina, 2004) que autores como Lakoff (1980) y Wierzbicka (2008) y sus modelos cognitivos-semánticos dan importantes aportaciones a la Psicología Discursiva, sin que por esto haya que mencionar y dar importancia a los procesos discursivos. Gergen (1994) encuentra una importante relación entre estas dos perspectivas y propone el modelo cognitivo-semántico y el construccionismo social.
Los temas psicológicos que analiza principalmente la Psicología Discursiva de la emoción son el estudio de las percepciones, de los sentimientos y, por último, de las emociones (Edwards, 1997; Iñiguez, 2003; Edwards y Potter, 1992; Edwards, 2000, 2001). Según Edwards (2001) “la psicología de la emoción se convierte en el estudio de cómo se utilizan y se hacen relevantes los términos emocionales en el discurso cotidiano”. Edwards (2000, 2001) estudia la inversión emocional en el habla de forma extrema, y considera la construcción de reacciones como reacciones emocionales. El tema de las reacciones emocionales es analizado más detalladamente por Bamberg (2005).
Lo que se ha visto en este apartado es una muestra representativa de los autores y de los trabajos más importantes en la disciplina de la Psicología Discursiva de la emoción. En el próximo apartado se introduce la perspectiva post construccionista en el estudio de la emoción.
6 El mismo Edwards (2001) cita algunos antecedentes de la Psicología Discursiva de la emoción: Pollner (1987) y las inconexiones con la realidad, Atkinson y Heritage (1984) y sus investigaciones de la exclamación “¡OH!” en la recepción de nueva información, Lynch y Bogen (1996) y sus estudios sobre el olvido y la memoria, además de Buttny (1993) y sus estudios sobre la responsabilidad social en la comunicación. Esta definición está bien argumentada (Edwards, 1997, 2000) y es ampliamente compartida (Harré, 1989).
Discusión
Como sustentamos en el artículo anterior (Belli, S.; Iñiguez, L. 2008), las emociones tienen una fuerte relación con el lenguaje. Se pueden expresar emociones a través del lenguaje. Es por esta razón que creemos fundamental en este artículo profundizar cómo, desde diferentes disciplinas de las Ciencias Sociales, se han aportado importantes contribuciones a esta tesis. Sobre todo desde la Filosofía, la Psicología, la Sociología y la Lingüística.
Todos estos campos de las ciencias sociales han servido para llegar al construccionismo social de las emociones. Es importante comprender que es imposible hablar de construccionismo social de las emociones sin tener en cuenta estos antecedentes y estas aportaciones.
Como hemos dicho a lo largo de este artículo, expresar emociones significa tener algo en común con los demás. Hemos visto también como una
emocional, como por ejemplo el amor, cambia a través este desarrollo histórico-discursivo. Porque las emociones son una performance continua, cada intento de repetirlas está destinado a fracasar. Como sabemos el amor es una variable, cambia continuamente, nunca está al mismo nivel, no es posible encontrar una única definición de amor compartida. Es una performance continua y constante. Para cada individuo existe una versión del amor que cambia continuamente, cambia en el tiempo, cambia respecto a la persona que tienes a tu lado.
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