sábado, 7 de marzo de 2015

ANTECEDENTES: ANÁLISIS DEL DISCURSO



Análisis del discurso

El enfoque discursivo en la psicología social, posee orígenes diversos ya que se basa en distintas corrientes, y así mismo ha sido pauta para orientar y articular diversas teorías. El antecedente inmediato de la psicología discursiva esta presente en el "análisis del discurso" el cual fue trabajado por Jonathan Potter y Margaret Wetherell. 

El análisis del discurso se utilizo como de alternativa metodológica para el estudio de los procesos sociales y psicosociales. De manera progresiva esta alternativa se convirtió en una de las premisas centrales de la psicología social. 

Este análisis nace a partir de la influencia del "segundo wittgenstein" y sus reflexiones sobre "los juegos del lenguaje" , así como, la influencia del "giro lingüístico". A partir de estas ideas el lenguaje adquirió un lugar central, en donde las mayoría de las acciones humanas son lingüísticas e inclusive se afirmaba que "todo es lenguaje". De esta manera inicio una serie atribuciones que permitieron separar/oponer el lenguaje cotidiano del lenguaje científico especializado y formal, elaborando de esta manera  la interrogante central en donde se preocupaban de la importancia de la elaboración de un lenguaje especifico que sea capaz de explicar el mundo cómo es realmente.

El trabajo del filósofo John Austin y, específicamente, su “Teoría de los Actos de Habla”, representa también otra de las fuentes de influencia. El lenguaje no sólo tiene como función la descripción de la realidad, sino que realiza acciones. Dicho de otra manera, el lenguaje es una práctica social y, de hecho, en muchas ocasiones sólo es posible construir determinadas realidades haciendo uso de él en el sentido de que posee propiedades realizativas; o lo que es lo mismo, en la interacción, el lenguaje actúa, y tomar este hecho en consideración es necesario para comprender la interacción humana.

La Etnometodología, la perspectiva sociológica que Harold Garfinkel construyo, conforma una tercera influencia sobre el Análisis del Discurso y la Psicología Discursiva por la importancia que concede a los procesos involucrados en las prácticas que dan sentido a la vida cotidiana y, obviamente, al lenguaje como dimensión fundamental de dichas prácticas. El habla, en lugar de ser considerada un indicador de algún proceso interno, como supone el programa cognitivo, constituye un objeto de investigación en sí mismo, en la medida en que puede ser adoptado como recurso explicativo de los procesos que se analizan. Desde un punto de vista etnometodológico se toma en consideración el carácter intencional de los agentes sociales y la inherente reflexividad, en el sentido que los/ as participantes en la interacción son conscientes de las reglas que están siguiendo de modo que, en un momento dado, no sólo pueden construirlas y reconstruirlas, sino también cambiarlas. En la Etnometodología, de la misma manera , el contexto toma una importancia primordial. En efecto, la indexicalidad como propiedad según la cual, las mismas acciones adquieren significado diferente en distintos contextos, abre un espacio nuevo y complementario a la comprensión de dos aspectos capitales: por un lado, la posibilidad de ver las reglas sociales como algo flexible y en permanente estado de elaboración y, por otro, la posibilidad de entender cómo el significado es elaborado y compartido en cada proceso de interacción contextualizado.

La influencia de la lingüística estructural, aunque también importante, es menor que las referidas hasta ahora. Tanto el Análisis del discurso como la Perspectiva Discursiva recogen, principalmente, de la Semiología la noción de arbitraria del signo lingüístico de acuerdo con la teoría del signo de Ferdinand de Saussure. Dado que no existe una relación necesaria entre el significante y el significado, el significado se construye a partir de un sistema de oposiciones y diferencias. Sin embargo, la Semiología concede demasiada importancia a la estructura del lenguaje, en perjuicio de su uso real, lo que constituye un punto de separación respecto al Análisis del discurso y a la Perspectiva Discursiva en Psicología Social.

 La hermenéutica de Hans-Georg Gadamer y su acento sobre el “estar-en-el-mundo”, constituye otro de los influjos que, también, se deben mencionar. Para Gadamer el lenguaje no es solamente uno de los instrumentos de que está dotado el ser humano, sino que el lenguaje es el fundamento para que los seres humanos tengan mundo. Es decir, el lenguaje no posee una existencia autónoma frente al mundo que hablaría a través de él. Por el contrario, el mundo es mundo en cuanto se convierte en tal a través del lenguaje; o lo que es lo mismo, el lenguaje adquiere existencia en la medida en que construye el mundo. En este sentido, debe entenderse que el origen humano del lenguaje significa, simultáneamente, la lingüisticidad originaria del “estar-en-el-mundo” de las personas: el mundo está constituido lingüísticamente e, inseparablemente, el lenguaje implica constituir el mundo.

 Por último, en lo que se refiere a las influencias mediatas, resulta ineludible mencionar el análisis de Michel Foucault sobre el papel de los discursos en la construcción de diferentes objetos (como la locura o la sexualidad) y prácticas, así como el análisis de las condiciones de posibilidad de discursos y prácticas. Para Foucault, un discurso es algo más que el habla, algo más que un conjunto de enunciados. El discurso es una práctica, y como para cualquier otra práctica social, se pueden definir sus condiciones de producción. En ese sentido, todo discurso tiene un contexto de producción. Ese contexto es la formación discursiva. Foucault la concibe como un conjunto de relaciones que articulan un discurso, cuya propiedad definitoria es la de actuar como regulaciones del orden del discurso mediante la organización de estrategias, facultando para la puesta en circulación de determinados enunciados en detrimento de otros, para definir o caracterizar un determinado objeto. Los discursos son pues, desde el punto de vista de Michel Foucault, prácticas sociales por lo que a partir de Foucault se habla más de prácticas discursivas, entendidas como reglas, constituidas en un proceso histórico que van definiendo en una época concreta y en grupos o comunidades específicos y concretos, las condiciones que hacen posible una enunciación. Aunque Foucault no niegue que los discursos estén conformados por signos, rechaza que los discursos tan sólo se sirvan de los signos para mostrar o revelar cosas. Los discursos hacen algo más que utilizar signos, lo que los vuelve irreductibles a la lengua y la palabra. En ese sentido, la tarea en el análisis consiste en tratar los discursos como prácticas que forman sistemáticamente los objetos de que hablan  y abandonar la consideración de los discursos como conjuntos de signos o elementos significantes que son la representación de una realidad.
















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