En este artículo se presentan las líneas fundamentales de argumentación de lo que hoy conocemos como teoría interaccionista del posicionamiento discursivo. Se publicó por primera vez en el año 1990 en The Journal for the Theory of Social Behavior que fundaran Harre y Secord en 1971 con el propósito de dar a conocer importantes debates en torno al realismo y a la filosofía de las ciencias
humanas. Influidos por el pensamiento de Wittgenstein, Vygotsky y Goffman, los autores de Posicionamiento: la producción discursiva de la identidad conceptúan a la estructura social en tanto patrones fluidos de posicionamiento que son preferentemente inmanentes. Creemos que, dentro de los análisis conversacionales, la propuesta de investigación aquí contenida se formula nítidamente como una aportación teórica al campo productivo de las psicologías narrativas. Y es en el contexto de la llamada “segunda revolución cognoscitiva en psicología social” en la que esta contribución cobra su mayor sentido al apuntar hacia el análisis crítico de la realidad humana en tanto “realidad conversacional” en la que las subjetividades interactúan para negociar, mantener y, eventualmente, cambiar los significados del mundo que comparten.
Introducción
La idea de este artículo surgió de una discusión acerca de los problemas inherentes al uso del concepto de rol en el desarrollo de una psicología social de la identidad. Se explora que el concepto de posicionamiento puede usarse para facilitar el trabajo de científicos sociales con orientación lingüística al permitir usos no contemplados por el concepto de rol. En particular, el nuevo concepto nos ayuda a enfocar la atención en los aspectos dinámicos de los encuentros, en contraste con la manera en la que el uso de “rol” sirve para enfatizar los aspectos ritualísticos, estáticos y formales. El posicionamiento debe entenderse desde el punto de vista inmanentista del lenguaje, explicado detalladamente por Harris (1982), el cual existe sólo como ocasiones concretas del lenguaje en
uso. La lengua es un mito intelectualizan te, únicamente la parole es real, sociológica y psicológica mente hablando. Esta posición se desarrolla en contraste con la tradición lingüística en la cual sintaxis, semántica y pragmatismo se utilizan en un ámbito abstracto de entidades casualmente potentes, formativas del habla real. En nuestro análisis y explicación empleamos acto de habla, indexicalidad y contexto; es decir, conceptos centrales de la etogenia o nuevo paradigma de la psicología (Harré, 1979; Harré y Secord, 1973; Davies, 1982). La teoría feminista postestructuralista tiene paralelismos interesantes con esta posición.
La visión inmanentista de las producciones humanas ordenadas
De acuerdo con una vieja tradición, el orden de muchas producciones humanas, –conversaciones, por ejemplo– es de algún modo consecuencia de reglas y convenciones independientes de las producciones.
En algunas lecturas de la escuela lingüística de Chomsky, las gramáticas transformacionales se toman como preexistentes en sus roles en los procesos psicológicos reales de producción lingüística. Vamos a llamar sentimentalismo a esta visión. En nuestro artículo asumimos un punto de vista contrario o inmanentista. Para nosotros, las reglas son formulaciones explícitas del orden normativo inmanente en producciones humanas concretas, tales como conversaciones reales entre individuos.
Estas formulaciones son una forma especial de discurso con propósitos sociales propios. De acuerdo con el punto de vista inmanentista sólo hay conversaciones reales, pasadas y presentes. Se explican las semejanzas entre distintas conversaciones con referencia sólo hacia lo sucedido concreta mente antes, y los recuerdos de ello. Este proceso origina los recursos personales y culturales para los hablantes, y de ahí obtienen elementos para construir el momento presente.
La conversación como una acción conjunta para la producción de actos lingüísticos determinados
Puesto que el “posicionamiento” es por mucho un fenómeno conversacional debemos aclarar en qué nivel de análisis el hablar juntos va a ser tomado como conversación relevante. Consideramos a la conversación como una forma de interacción social generadora de productos sociales –relaciones interpersonales, por ejemplo–. Debemos, por tanto, seleccionar conceptos analíticos útiles para mostrar a la conversación como un grupo estructurado de actos de habla, es decir, como dichos y
hechos definidos con referencia a su fuerza social (fuerza ilocucionaria).
Este nivel de análisis debe ser extendido para incluir en la conversación las contribuciones no verbales. Por ejemplo, se han encontrado indicios fenomenológica mente identificables por medio de los cuales la gente puede distinguir, al sonar el teléfono, si la llamada es para ellos (Garfinkel, 1989). “Me están llamando a mí” es un concepto analítico del nivel acto de habla.
Las multiplicidades de la identidad
Nuestra adquisición o desarrollo de nuestro propio ser y de cómo el mundo se interpreta desde la perspectiva de nuestra identidad implica los procesos siguientes:
1. El aprendizaje de las categorías que incluyen a algunas personas y excluyen a otras, por ejemplo: masculino/femenino, padre/hija.
2. La participación en prácticas discursivas diferentes a través de las cuales los significados se asignan a esas categorías. Estas últimas incluyen los argumentos para elaborar las diferentes posiciones de sujeto.
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3. El posicionamiento de la identidad en términos de categorías y argumentos. Esto involucra posicionarse a sí mismo imaginativamente como si uno perteneciera a una categoría y no a otra (ejemplo, como una chica y no como un muchacho, o como una buena mujer y no como una mujer mala).
4. El reconocimiento de uno mismo como portador de las características que lo ubican como miembro de varias subclases de categorías dicotómicas y no de otras; es decir, del desarrollo de un
significado de uno mismo como perteneciendo al mundo en ciertas formas y viendo el mundo desde esa posición. Este reconocimiento implica un compromiso emocional con la categoría de pertenencia y el desarrollo de un sistema moral organizado alrededor de la pertenencia.
5. Estos cuatro procesos surgen en relación con una teoría de la identidad que cobra cuerpo en la gramática del pronombre en la cual una persona se entiende a sí misma como históricamente continua y unitaria. El experimentar las posiciones contradictorias como problemáticas, como algo que debe remediarse, surge de esta característica general de estar hecho por la sociedad.
Dentro de la teoría postestructuralista del feminismo se ha enfocado la experiencia de contradicciones como elemento importante para entender el significado de personas con género. Tales
contradicciones no definen a la gente como distinta; es precisamente el hecho de experimentarse a sí mismo como contradictorio lo que provee la dinámica para el entendimiento (Haug, 1987). La toma de posición es la frase apropiada para hablar de la producción discursiva inmersa en una diversidad de identidades que la perspectiva efímera de George Herbert Mead solemnemente llamó “mis” al referirse a las interacciones conversacionales.
Esquemas analíticos alternativos
El modelo dramatúrgico clásico ha considerado al rol como la base determinante de la acción. Con frecuencia, el drama tradicional ha servido como modelo ubicuo, aunque ha habido intentos para integrar “el teatro improvisado” a los modelos de la psicología social
(Coppierters, 1981). En el modelo dramatúrgico los individuos son considerados como actores con varias líneas ya escritas y sus roles son determinados por la obra de teatro representada. En una escena específica, tampoco tienen mucha oportunidad de salirse de sus roles.
Han aprendido a llenar un rol particular a través de la observación de otros en la misma situación y eso los determina. El posicionamiento y la posición del sujeto, por el contrario, nos permiten elegir la posición de sujeto, localizarnos en una conversación de acuerdo con formas narrativas familiares y traer a esas narrativas nuestras historias subjetivas propias a través de las cuales hemos aprendido metáforas, personajes y argumento. Por ejemplo, consideremos el rol de madre.
Todos “saben” lo que es, y cualquier persona en ese rol o en relación con alguien en ese rol, está consciente de las múltiples expectativas y obligaciones implicadas por el mismo. Puede haber variaciones del tema, tales como “madre judía”, pero ésta es simplemente una madre realizando su rol dentro de las exigencias adicionales en la “cultura judía”. Cualquiera tiene percepciones personales y conjuntos de emociones conectados a la idea de madre, desarrollados de la experiencia de convivir con nuestra madre. El concepto particular de madre desarrollado por alguien que algún día se convertirá en una, será diferente al mantenido por una persona sin posibilidades de convertirse en tal. Nuestro posicionamiento –debido a otros y a nosotros mismos– con respecto a “madre”, y las narrativas obtenidas de nuestra vivencia con relación a madres particulares nos hacen traer a cada nuevo encuentro con alguien posicionado como madre una historia subjetiva con sus emociones
y creencias concomitantes, así como también un conocimiento de estructuras sociales (incluyendo a los roles) con sus derechos, obligaciones y expectativas inherentes. Posicionamiento: la producción discursiva de la identidad.
Cualquier narrativa desarrollada conjuntamente con otros trae un conocimiento de estructuras sociales y de roles reconociblemente dados a la gente dentro de esas estructuras. Las estructuras sociales son coercitivas al grado de que para ser reconocidos y aceptados como personas debemos operar dentro de sus términos. El concepto de persona traído a cualquier acción incluye no solamente ese conocimiento de estructuras externas y de expectativas sino también la responsabilidad hacia nuestras líneas, la múltiple producción de las mismas y nuestra contribución para darle forma a la obra de teatro. De este modo, somos el agente productor/director) y el autor y actor; los otros participantes son coautores y coproductores del drama. Pero también somos el público
numeroso presente ante una obra de teatro y que trae a ella las interpretaciones
múltiples y a veces contradictorias basadas en sus propias
emociones, su propia interpretación de la situación y su propio posicionamiento
imaginativo de cómo se percibe en la situación. Cada u de estos elementos será mediado por las historias subjetivas propias. finalmente, las narrativas vividas pueden cambiar a los participantes
la dirección y el significado en formas enteramente sorprendentes, al grado que la metáfora de obra preestructurada empieza a perder conveniencia como una imagen viable para explicar las acciones en la interacción mutua. Si queremos entender cómo la gente en realidad interactivo en la vida diaria, necesitamos la metáfora de una narrativa en desarrollo, en la cual estemos constituidos en una u otra posición dentro del curso una historia, o incluso llegar a estar en posiciones múltiples o contradictorias, o poder negociar una posición nueva mediante el rechazo” de la posición que se nos ha proporcionado. Con tal metáfora podemos explicar el significado de “negarse” a aceptar la naturaleza del discurso de una conversación particular.
Contradicción, elección y posibilidad de obrar
Los hablantes adquieren creencias acerca de sí mismos. Estas creencias no son necesariamente coherentes y unificadas. Los individuos cambian de una a otra forma de pensar acerca de sí mismos cuando cambia el discurso y toman posiciones dentro de distintos argumentos. Cada una de
estas posibles identidades personales puede ser internamente contradictoria consigo misma y con otras posibles identidades localizadas en argumentos diferentes. Como el flujo de eventos pasados, las concepciones mantenidas por los individuos acerca de sí mismos se encuentran dispersas si no se sitúan en una historia. Si muchas historias pueden ser dichas, incluso acerca del mismo acontecimiento, cada persona cuenta con varias identidades coherentes. Para actuar racionalmente,
esas contradicciones, de las cuales nos damos cuenta inmediatamente deben remediarse, ser trascendidas, resueltas, o ignoradas. Es lógicamente imposible actuar desde un guión formalmente contradictorio, de la misma forma que nadie podría ir simultáneamente a Boston y a Nueva York. Muchos seres humanos, intencional o no intencionalmente, aceptan que sus creencias acerca de sí mismos y de su ambiente están llenas de contradicciones no resueltas y con las cuales simplemente
han aprendido a vivir. Esta característica inherente a una persona viviendo en un universo cristiano era mucho más abiertamente reconocida en el pasado, al pensar en “los caminos insondables de Dios”
¿Cómo podría un Dios benevolente crear un mundo tan injusto? La posibilidad de elegir en una situación con requerimientos contradictorios permite los cambios.
Cuando elegimos entre demandas contradictorias existe un complejo tejido de posiciones –y significados culturales, sociales y políticos adjudicados a tales posiciones– disponibles dentro de cualquier número de discursos. El significado emocional otorgado a cada una de esas posiciones se desarrolla como resultado de experiencias personales al haber sido colocados en cada posición o habernos relacionado con alguien en esa posición. Esas categorías y emociones adquieren sentido a través de ciertas historias y de un sistema moral que une y legitima la opción elegida.
Conclusión
Al descartar el uso de rol y adoptar el de posición como el concepto central para organizar el análisis de la forma en que la gente se convierte en personas, se ha adoptado otro punto de vista para analizar la relación entre los individuos y sus conversaciones. En la teoría del rol, la persona es siempre separable de los roles diversos que toma; cualquier conversación particular se entiende en términos de las exigencias del rol. Las palabras son en algún grado dictadas por el rol y son interpretadas en estos términos. Con el uso del posicionamiento, el enfoque se dirige a la manera en que las prácticas discursivas constituyen a los hablantes y a los escuchas; al mismo tiempo, es un recurso a través del cual ambos pueden negociar nuevas posiciones. Una posición de sujeto es una posibilidad inmersa en formas de habla conocida; la posición es creada y a través de la lengua los hablantes y escuchas se consideran a sí mismos como personas. Esta manera de pensar explica las discontinuidades en la producción de la identidad con referencia a las prácticas discursivas múltiples y contradictorias; explica también las interpretaciones que esas prácticas pueden hacer surgir, y cómo los participantes
se involucran en las conversaciones.
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